martes, 11 de noviembre de 2025

30 años de Mellon Collie and The Infinite Sadness

Hace poco más de treinta años (1995) debutó uno de los álbumnes de rock moderno mejor balanceados de la historia -para algunos decir esto es un understatement- una obra de arte en toda su definición, el tercer álbum de estudio de The Smashing Pumpkins, Mellon Collie and the Infinite Sadness; un disco que parece tener cada nota, acorde y pausa en su sitio. En tiempos donde el grunge había alcanzado la cúspide de su esplendor y comenzaba a repetirse su fórmula, surge un disco que decidió redefinir las reglas tomando lo mejor del género y elevarlo a un siguiente plano. Este disco no sigue una narrativa lineal, sino que está conceptualmente unido, según expuesto, por el tema general de la condición humana, la pena mortal y el crecimiento; un intento de capturar, como mencionó el mismo Billy Corgan, "todos los estados de ánimo que uno puede experimentar en un día", estructurado informalmente alrededor del concepto del día y la noche.

Después de la gira de más de 13 meses que siguió al álbum Siamese Dream (1993), Billy Corgan se metió de lleno a escribir para lo que sería el siguiente paso de la banda. Desde el principio tenía claro que lanzarían un álbum doble, lo cual ya era toda una declaración de intenciones: Él dijo que quería que el álbum se abordara “como si fuera el último” para la banda y con ese mismo fin emprendieron la épica. La producción quedó en las manos de Flood (Mark Ellis), que en su haber había producido artistas como U2, Nine Inch Nails, PJ Harvey, -entre otros- y Alan Moulder (The Jesus and Mary Chain, My Bloody Valentine, etc), descartando al anterior productor Butch Vig [Gish (1991) y Siamese Dream (1993)], para buscar un sonido distinto y expandir los límites musicales que habían alcanzado hasta ese momento. 

Según la encomienda, el álbum se lanzó finalmente con 28 canciones dependiendo de la edición (en una edición deluxe se lanzaron 64 bonus tracks, demos, mezclas alternativas, conciertos en vivo, etc.)  y abarca dos discos — de una selección de 57 canciones compuestas/disponibles al momento, lo que le dio espacio para explorar libremente el sonido con guitarras densas, arreglos orquestales, loops, sintetizadores y momentos acústicos más íntimos. Desde los acordes iniciales de piano hasta las afinaciones de guitarra en un semitono más bajo -square-wave-ish con preamps Marshall al límite- para agravar más al sonido. Cada detalle engolosinaba la disciplinada y obsesiva dictadura de composición en la elaboración de cada canción hasta el punto de alcanzar "la insaciable perfección" en una variedad estilística que abarcan rock alternativo, grunge, metal, pop barroco, incluso con toques electrónicos.

La producción llevó varios meses en estudio y un sinnúmero de sesiones intensas, motivadas por el resultado fructífero de saber que estaban formando parte de un proceso de creación mayor a lo habitual. En las canciones se experimenta con arreglos orquestales (como en la popular y aclamada "Tonight, Tonight") y con loops/synths (como en "Beautiful") e instrumentos inusuales (“salero y tijeras” fueron citados para un sonido especial), según la banda. La producción captura tanto la intimidad como el exceso, lo dramático y lo delicado resumido en una “belleza casi indescriptible” hacia “horror brutal” dentro del mismo disco (cita por GuitarWorld).

A pesar de que el líder del control creativo de la banda siempre ha sido Billy Corgan (voz, guitarra, compositor principal, piano), responsable de una técnica de sobregrabación de múltiples pistas de guitarra que dio al álbum su sonido grandioso y sinfónico, el disco se destaca por tener una dinámica en la que la banda se caracterizó por una mayor colaboración en comparación con álbumes anteriores. James Iha (guitarra, voz, compositor) aportó texturas sutiles y momentos de calma a la grandilocuencia del álbum contribuyendo con la composición y voz principal de la suave y melancólica "Take Me Down" y coescribió "Farewell and Goodnight", la canción que cierra el álbum con todos los miembros cantando. Su guitarra a menudo proporciona contrapuntos atmosféricos a los densos riffs de Corgan. D'arcy Wretzky (bajo, voz), su presencia funcionó como "autoridad moral y la conciencia de la banda", según Billy, y aportó la base rítmica esencial para el amplio rango dinámico del álbum, proporcionando las líneas de bajo que anclaron las canciones, desde las más pesadas hasta las más etéreas. Su voz se puede escuchar en los coros, especialmente en "Farewell and Goodnight". Jimmy Chamberlin (batería, percusión) fue crucial para el sonido de la banda, aportando una energía y una destreza técnica que pocos bateristas de rock alternativo poseían en ese momento. Su estilo de batería, potente y con influencias del jazz y el progresivo, dio a las canciones su impulso y complejidad rítmica; habilidad que fue fundamental para que las composiciones funcionaran y se fusionaran musicalmente. Entre las composiciones maestras más influyentes y destacables se encuentran "1979", "Tonight, Tonight", "Bullet with Butterfly wings", "Zero", "Thirty-three", "Jellybelly", "Bodies" y la épica "Porcelina of the Vast Oceans".

El álbum salió a la luz pública el 24 de octubre de 1995 debutando en el #1 del Billboard 200 (es el único álbum de la banda en conseguirlo), siendo certificado Diamante en EE.UU. (más de 10 millones de unidades vendidas ese año) por la RIAA; todo un éxito rotundo mundialmente. Su aportación ha tenido un valor casi incalculable, pues puso en evidencia que una banda de “rock alternativo/grunge” podía expandirse hasta márgenes casi progresivo, barroco-pop, metal, electrónico, todo en el mismo marco. Esa ambición abrió puertas para que futuras bandas pudieran romper el molde y mezclar géneros. Además, la producción detallada, la mezcla de lo denso y lo etéreo, la gran gama dinámica, se convirtió en referencia para quienes querían “más que solo riffs”.

Para que tengan una referencia clara de su magnitud, es importante comprender que cada canción es un micro-mundo, a veces sublime y lleno de ear candies, otras veces caótico, que se va conectando ante la minuciosa selección de la producción para elevar las ideas del contexto de una manera plácida, reduciendo la monotonía que podría significar un disco de larga duración. Recordemos una vez más que, a mediados de los 90, el género del grunge estaba cambiando y cada banda tenía que reinventarse; parte de una competencia sana que propició un ingrediente adicional a la receta para que las bandas pudieran sacar lo mejor de su creatividad en su repertorio -para beneficio de nosotros- lo que hizo que este álbum, además de ser generoso en los detalles de la estética sonora, destaque también en lo oportuno de las circunstancias dando en la tecla alcanzar lo atemporal.

Para muchos jóvenes de los 90, el álbum funcionó como banda sonora de emociones complejas: nostalgia, frustración, ambición y melancolía; según Corgan “quería sumar todas las cosas que sentí de joven pero que nunca pude articular”.  El formato doble en una época de singles y álbumes más cortos fue también un gesto de “querer más de lo que se esperaba”. Eso ayudó a que el álbum tenga un status casi de culto para mucha gente hasta hoy día.

El legado de este disco no es solo histórico, lo es también inspirador; pues nuevas generaciones que le siguieron en ese momento y hasta el día de hoy lo miran como influencia constante. Especialmente porque sigue sonando como un «gran álbum de rock», un álbum ambicioso con mucha destreza técnica que no ha perdido su esencia resistiendo la prueba del tiempo, con lapsos y transiciones memorables, riffs distorsionados cargados de energía, versos y estribillos con el toque especial de la introvertida impulsividad a la extrovertida fragilidad de la melancolía. Aún hoy, le doy play al disco en su formato original y encuentro alguna genialidad que re-confirma la decisión de mantenerlo entre mis discos top, no solo de su década, sino en la cronología en general de la historia del rock. Un disco imprescindible e importante porque quienes lo escucharon y apreciaron en su momento, lo escuchan y aprecian todavía, quienes no pudieron apreciarlo, ahora lo aprecian y quiénes recién lo descubren y andan conociéndolo ahora, les vuela la cabeza y lo atesoran. 30 años después la magia sigue intacta y la puerta está abierta a que sigan disfrutándolo y compartiéndolo.